EL ARTE DE LA SEGURIDAD PRIVADA

EL GUARDIA DE SEGURIDAD PRIVADA

En principio de cuentas, un guardia de seguridad privada debe parecer y escucharse como lo que es: un verdadero guardia de seguridad privada. Deben tomarse en cuenta detalles tales como el uniforme, la postura, el lenguaje, el tono de voz, la conducta y el conocimiento. En primer lugar, un guardia de seguridad profesional debe ser en mucha medida un silencioso líder moral, un guía natural para todas las personas que le rodean, y no sólo en su área de trabajo sino en cualquier lugar ya que es una ocupación diseñada ex profeso para tomar la batuta. Y muchas veces el elemento de seguridad no suficientemente preparado sucumbe ante esta presión circunstancial, ante este peso psicológico extra. Menos mal que este contratiempo puede llegar a dominarse por completo mediante prácticas situacionales (los denominados simulacros). En segundo lugar, el guardia de seguridad debe ser ético, disciplinado, sereno, mesurado, enérgico y finalmente enormemente comprometido con su profesión. De tal suerte que todas estas preexistentes cualidades deben de contemplarse en conjunto y corresponden en simetría con los cimientos naturales indispensables que exige la seguridad privada. Se necesita en mucha medida todo eso; pero también toda persona instalada en esta vital función de guardia debe tener una bien definida vocación; que es la comprensión y la aceptación de querer serlo. Inobjetablemente este es un punto de partida necesario y el ingrediente principal para poder ejercer una trayectoria laboral limpia y fructífera en su totalidad. Porque no serviría de nada un sobresaliente intelecto o un deslumbrante talento pero sin vocación, sin pasión por este trabajo, o cualquier otro. Porque un guardia de seguridad sin vocación es como un automóvil sin llantas: nunca marchará bien. Este oficio se elige por convicción propia, no por alguna desesperada necesidad económica, no por verse uno orillado a meterse “en lo que sea”, lo que resulta, si así es esto último, en un parasitario modo de existir como la “sanguijuela” que constituye un craso error de mira que tiene que rectificarse pues nunca cuajará en buenas cosas al final. En este trabajo sé es, o no sé es. No puede existir un término intermedio entre las dos afirmaciones porque el guardia de seguridad tiene que ser por fuerza una persona ideológica, que espiritualmente crea en la utilidad de su labor, que entienda el valor de lo que hace. Y para superar positivamente todas las turbulentas situaciones dentro de las cuales quizá podría “nadar” el guardia de seguridad deberá pasar antes por un periodo de entrenamiento especializado. Es bien sabido que se requieren cientos de horas de precisa orientación, entre práctica y teoría, de día y de noche, para agudizar la claridad cognitiva. Y hay que meditar con gran conciencia en torno a las medidas de anclaje preparativo porque desentenderse de este indispensable enlace educativo podría resultar, por desgracia, eventualmente trágico. La delicada tarea que efectúa el guardia de seguridad arrastra intrínsecamente consigo (como ya se había explicado líneas antes) una gran carga de responsabilidad y riesgo depositada en sus manos, por tanto, éste está obligado a analizar a su entorno laboral para descubrir debilidades (vulnerabilidad) y trabajar rápidamente en ellas para solucionarlas, para idear con agudo ingenio e intuición activa todas las acciones que le permitan reforzar sostenidamente su capacidad defensiva, o a obligación de ser sinceros, a exponencialmente aumentar sus probabilidades de supervivencia, y no sólo las de él mismo, sino de toda la gente con la que interactúa en el teatro de operaciones; y también las del sistema logístico que lo respalda. Y aunque la seguridad privada desde luego que sí es un desafío que implica un esfuerzo mental, ciertamente un elemento de seguridad no necesita ser dueño de un cerebro electrónico de última tecnología para ejecutar lo exacto en su medio laboral, pues es más que suficiente con utilizar adecuadamente los ojos y los oídos, tener un mínimo criterio lógico, y no relajarse ni un solo segundo. En resumen: entender dónde está parado uno como guardia. ¿Qué nos falta?, ¿qué fallas hay?, ¿cómo lo estamos haciendo? Son las tres preguntas básicas de autoexigencia que tienen que venírsenos a la mente a diario. Dicen que el cerebro humano es como un arma del futuro, pero en mi humilde opinión, ya abarca al presente.