Existe una fabulosa y apreciable palabra en el mundo en la cual hay que creer mucho, sin ningún viso de duda. Esta palabra referida de tan incalculable valor se llama prevención. E indudablemente son avasalladoras las muchas razones que sugieren que todo debe empezar aquí: con esta vital directriz decisiva. Con este eje rector que nos ofrece todo un mundo de soluciones. La recompensa nunca será pequeña si se realiza correctamente. Y el guardia de seguridad y la prevención deben ser amigos hasta la eternidad. La prevención, en su descripción textual más simple, es la disposición adecuada y diligente que se toma para anticiparse a un hecho negativo o dañino. Este fundamental término es el tradicionalmente preferido y el más difundido dentro del poco conocido argot especializado de la seguridad privada, no obstante, a pesar del casi fetichista culto que se le prodiga paradójicamente también es el factor clave menos encarrilado en el terreno, que es el centro de trabajo en donde actuamos. Vamos, he visto que no se le proporciona un tratamiento más a fondo, en consonancia con el canon que debiera ser. No se llega a diseños conscientes ni hasta sus últimos límites operativos en su manejo técnico. Sólo “bosquejos” difuminados, descoloridos, unidimensionales. Y en ocasiones se trae a cuenta este término por mero formulismo rutinario. Aunque, desde luego, la incompleta, dispersa o desangelada ejecución irregular de esta palanca de acción no es privativa del ramo de la seguridad pues acontece regularmente también en otros planos laborales, e incluso hasta dentro de la vida cotidiana de la gente de casa, especialmente de la que despistadamente navega con una visión poco reflexiva de la vida: enfoque que es el menos conveniente a adoptar pues no sólo no se evitan los problemas, sino que “como abejas a la miel” (en el acabose) se atraen, se invitan, se estimulan. Proceso negativamente inverso fácilmente observable a nuestro alrededor, metro por metro, que nos conduce generalmente (a veces catastróficamente) a un mayúsculo abanico de eventualidades o desbarajustes gratuitos. Y al por mayor igual nos regala con accidentes desagradables de toda clase y grado, aparte del desmoralizador alud (visto en criterios de letalidad) de secuelas físicas y emocionales que sin advertencia alguna se anidan en las víctimas y que no se pueden hacer a un lado en sus consecuencias más gravosas y dramáticas aunque esforzadamente se desee hacerlo, porque son literalmente cicatrices imborrables que acompañarán toda su vida al desgraciado portador (sí se podría remotamente llamar vida a algo como eso).Todos los temores del hombre surgen por no prever. En verdad, desde la determinante y amenazadora aparición del hombre sobre la tierra y recorriéndonos hacia la sección de tiempo actual, ha sido insospechada la cantidad de fatales eventos que se han desencadenado debido a la irresponsable indiferencia, al conformismo negligente o a la obtusa apreciación que éste tiene sobre la prevención y sus efectos generales que son grandiosos. Un brutal desaire es la raíz de todos los males que existen en el planeta entero. Esta sólidamente documentado un antiguo historial pernicioso en este sentido (exceptuando algunos insondables secretos oficialmente controlados Top Secret que están herméticamente encerrados en ciclópeos búnkers gubernamentales o corporativos). Desacertadamente aún inexorablemente todavía seguimos erigiendo metafóricos monumentos a la despreocupación, y no al futurismo. Generación tras generación continúa la percepción sesgada que tiene la humanidad sobre el enclave que más podría ayudarla a forjar un vital equilibrio. Cabe destacar una frase relacionada que muestra una sorprendente vigencia actual que dice, en suma: “Es preferible evitar el accidente, que curar las heridas después”. No hay que esperar a que surja un problema y buscarle luego la solución lueguito. No sólo es inapropiada esta proposición, sino que hasta suena patética y nos multiplica los errores de cálculo por diez. En lugar de ello hay que atrevernos a observar más allá del hoy. Hay que tratar de adelantarnos con ahínco y astutamente a las dificultades y futuras peligrosidades, y no sólo por horas, sino por días, meses o hasta años. Hagamos cumplir que el futuro no sea un enigma impenetrable para nosotros como seguridad…no es imposible.