Un asunto concreto es el referente al simulacro. El simulacro es una operación singular de estatus temporal que fingidamente representa condiciones que pueden llegar a presentarse en la vida real. Es un ensayo (que debe realizarse fuera de la observación enemiga) relativo a la capacidad de reacción ante un evento determinado. Dentro del mismo se puede determinar cómo podrían funcionar las cosas en una situación determinada (que en teoría no tendría que suscitarse si aplicamos bien la prevención) antes de que ésta se haga materialmente presente, por ejemplo: un sismo, una amenaza de bomba, una inundación, un incendio, un asalto, una fuga de gas, una emergencia médica, y un abundante etcétera. El simulacro es un socorrido ejercicio (imprescindible en materia de planificación) de preparación para acrecentar la adaptación en forma rápida y que nos permite practicar cómodamente (sin presiones o riesgos de ninguna índole) las maniobras básicas que tendríamos que efectuar cuando llegase a ocurrir el hecho que se esté ensayando. Además el simulacro es el hilo conductor que más podría ayudarnos a mejorar sensiblemente nuestra capacidad de reacción ya que únicamente con la práctica formalmente organizada de esta “falsificación de la realidad” es cuando nos daremos cuenta de los posibles traspiés que podríamos cometer en nuestras acciones de respuesta a protagonizar durante un evento equis; e inmediatamente avocarnos a realizar los ajustes necesarios para suprimirlos. Y esta es sin duda mejor alternativa que correr alocadamente para arriba y para abajo como “chivas locas” buscando con urgente desesperación soluciones improvisadas poco meditadas a la mera hora del desaguisado (el guardia de seguridad nunca debe ser una fuente de error; sino de acierto). Por tanto debe considerarse esta opción del simulacro en un planeamiento de capacitación, ya que en la vida laboral raramente será posible remediar el saldo negativo que pudiera acarrear un desempeño operativo sumamente inefectivo o negligente. El simulacro es una especie de laboratorio de pruebas construido para arrojarnos datos. Datos (o indicadores) que influirán para determinar los métodos apropiados de contestación ante un nutrido repertorio de acontecimientos variopintos (aunque no todos hostiles) que podrían acontecernos. Permitiéndonos con ello hallar la adecuada forma de anticiparlos o sobrellevarlos con máximo control. Cronómetro en mano y con profuso e infatigable rigor metodológico debemos realizar 8, 12 o dieciocho simulacros bimestralmente (o los que se requieran) para optimizar paulatinamente la sincronización, la conjunción grupal, la coordinación logística y para reducir en modo sustancial cualquier conexión operativa rota que pudiera producirse a la hora de la verdad. Haciendo estos simulacros a intervalos regulares escasamente las equivocaciones llegarán a nuestros aparejos, ni el estatus óptimo de la seguridad estará amenazado. Y es tan evidentemente manifiesta la importancia del factor simulatorio que no es de extrañar que hasta la contraparte (los delincuentes) hagan uso frecuente de él trabajando sendas pruebas de penetración clandestina dentro de un servicio, en algún tipo de nivel, para calar la respuesta aproximada que podría haber en su contra. Para lograr la máxima utilidad en las operaciones de simulación todos los hombres y mujeres que intervengan en ellas deberán contar con la suficiente información en forma de instrucciones claras distribuidas de acuerdo a un rol aprobado, a una misión individual asignada (la cual se entrecruzará, por lo general, con las de otros). Cabe destacar que estos roles mencionados tienen que circular necesariamente por escrito porque a las palabras “se las lleva el viento”. Además con tantos gadgets multimedia a nuestra disposición hace mucho tiempo que la explicación verbal dejó de ser una prioridad en este empleo (o tal vez sea necesaria usarla todavía pero sólo en la forma de un pequeño inicio inductivo). Tienen que disponerse todos los pasos a seguir en orden lógico y consecutivo, incluyendo las distintas variables que pudieran nacer durante la marcha en puesta del simulacro y que irán enriqueciendo y actualizando al planeamiento en su totalidad. Y aunque el simulacro no es la panacea que lo resuelva todo si es el trampolín mágico para cimentar toda estrategia e incidir en que hacer lo correcto sea vuelva automático.