EL ARTE DE LA SEGURIDAD PRIVADA

¿QUE ES LA SEGURIDAD PRIVADA?

Diseccionemos un poco este tema que pinta intrincadamente enmarañado, nebuloso, pero el lector que siga con la atención debida, escalón por escalón, el curso de estos renglones, se dará cuenta que no lo es tanto según veremos. La seguridad privada, palabras menos, palabras más, es un servicio, es una función (de naturaleza exclusivamente privada) de vigilancia, resguardo o protección, la cual es efectuada por personal civil contratado por un particular, una empresa, un organismo, o una institución, para salvaguardar sus bienes, sus instalaciones, el desarrollo de sus actividades, o la integridad de alguna gente en particular; o todo eso combinado y en entornos generalmente urbanos a veces diametralmente opuestos entre sí, como lo serían un condominio, un cine, un hospital, un estadio, una tienda, una escuela, etcétera. Y examinando el sentido de esta afirmación salta pronto a la vista que, aunque esta es una definición bastante condensada, en su concepto más inmediato esta rígidamente apegada a los hechos reales básicos y esto es lo que cuenta al final. Aunque en la realidad práctica la seguridad privada puede significar mucho más que eso, y a veces adopta modalidades maravillosas para el destinatario (aunque su alcance está dictado por otros, es decir, no tiene modalidad autónoma), o sea para los usuarios finales de este servicio (clientes) que, sin ninguna exageración, se pueden contar por cientos y cientos (en alcance nacional e internacional). Y hay una cosa por demás evidente: la responsabilidad y el riesgo son los dos factores capitales que íntimamente asociados fluctúan perpetuamente en el enigmático espacio interno de la seguridad privada, y esta es, de tajo, la verdad desnuda. Y precisamente esta coyuntura (y hay que ponderar mucho este elemento cenital) es la que la hace distinguirse por mucho de las demás veredas ocupacionales un tanto más confortables, por manifestarlo un poco así, hasta cierto punto. Pero a pesar de poseer tan difícil característica (es por esto que los guardias de seguridad deben pasar antes por un extenso filtro de calidad) la seguridad privada es un fulgurante fenómeno laboral extensamente exitoso, intemporalmente longevo, sin comparación alguna con algún otro (aunque específicamente hablando del medio estrictamente civil, por supuesto). Pero antes que todo la seguridad privada es, dicho simplemente (por incontables razones sin discusión): una maquinaria hermética constructora de paz y armonía y con la encomienda espartana (con tonalidades de dedicación sagrada) de oponerse fieramente a los trastornantes y repudiables tentáculos del caos, de la confusión y de la anarquía, hasta sus ultimas consecuencias. Con también la misión operativa especial de regresar el orden natural y correcto de las cosas. Bueno, aunque es cierto que para lograr un feliz resultado como ese se deberá emplear mucha energía y adoptar un alto instinto protector en todos los sitios de servicio contratados. Citando adicionalmente a ojos cerrados, para cualquier persona que esté vinculada a la seguridad privada, que no debe recurrirse ostentosa y airadamente como punta de lanza solamente al poder físico (más que racional y mínimamente) sino más bien al arma fundamental que todos tenemos y que son nuestras facultades mentales. Doctrinalmente en lo que se refiere a esta última circunstancia debe dependerse solamente de la inteligencia pura, y nada más. Es este el rumbo que debe marcar su función. La seguridad privada es un mundo secreto pletórico de planes, previsiones, terminología especializada, normas rígidas, estatutos inamovibles y lineamientos claros y precisos: todo eso engarzado; donde la organización y la información son el aspecto clave para inmovilizar a las amenazas las cuales cotidianamente intentan empañar su funcionamiento y que son un más que preocupante recordatorio para que los guardias estén concentrados y vivaces buscando obtener el control anticipado de los problemas. Que no nazca ni la menor briznita de ellos. Hoy mejor que antes se debe reconocer que la seguridad privada es una fuerza benigna para la sociedad y que contribuye a la pacificación y a la interacción sana entre las personas, y en cierta forma se podría afirmar que la misma es un motor bien calibrado que impulsa, a su manera particular, al desarrollo y al progreso: que son los dos ladrillos que sostienen a la actual civilización. Estas son las exigencias de la seguridad privada, la cual no puede regatearse siendo menos rigurosa en sus requisitos previos. Ni pensarlo, porque no hace mucho que dos modernos y poderosos aviones comerciales que surcaron mortalmente espacio aéreo norteamericano en demencial ruta de colisión contra un dúo de encumbrados y neurálgicos edificios civiles cerraron de tajo la posibilidad de desestimar estas exigencias, y hay que verlas con buenos ojos porque son escalones que nos pueden hacer llegar a la más alta cumbre laboral, a la élite de la seguridad privada. Como corolario, en un último apunte, intuitivamente la seguridad privada y la fuerza pública se supone que deben ser abiertamente cooperativas entre sí porque comparten algunas peculiaridades en común y continuamente convergerán en un inevitable punto de intersección, en un radio de acción. ¿Suena utópica esta mancuerna dispar a primera vista? Tal vez sí, pero existe una frase que lo define todo: la seguridad aislada no tiene futuro: “es como un cadáver con los ojos abiertos en el fondo de un río negro y pestilente. Y lejos de irrelevantes recelos mutuos una política de estrecho contacto tiene que dictarse.